No soy, ni pretendo ser un experto en el comportamiento humano.
Ante esa circunstancia de mi vida, no puedo encontrar la respuesta a una interrogante que en los últimos días me he venido planteando.
¿Es envidia, son celos, acaso ansiedad, o quizá la frustración mental que en algunas personas se anida, al observar el triunfo de otros, y que a nosotros la vida nos ha negado?.
¿Y si no fueran ningunas de las patologías psicológicas antes mencionadas, cual sería entonces la explicación de las burlas, el escarnio, las mofas, las rechiflas, las frases cargadas de coraje e ironía, así como de las carcajadas, y una aparente alegría sin razón de ser?.
Y es que, incomprensible me resulta entender todas esas manifestaciones de burla malsana que a raudales han desplegado los usuarios de las redes sociales, en contra del boxeador sinaloense Julio Cesar Chávez Carrasco, tras su reciente arresto en Los Estados Unidos de Norteamérica.
No me explico del por qué tanta burla…Tantos memes y caricaturas con leyendas irónicas, tantas frases hirientes, buscando en todos los casos atacar y dañar la dignidad de un joven deportista en desgracia.
No entiendo esa crueldad de los miles de usuarios del Internet, en contra de un personaje al que antes, en sus tiempos de gloria, aplaudían y admiraban.
Es cierto e indiscutible que Chávez Junior, en los últimos años no ha sido precisamente el mejor ejemplo de lo que debe ser un buen deportista, pero cierto es también, que todos tenemos el derecho de equivocarnos, y superar nuestros errores, para tratar de recomponer nuestro camino por la vida.
Y en esa infructuosa ruta se encontraba el pugilista “Culichi”, cuando el infortunio lo atrapó de nuevo.
Ahora bien, respecto a su arresto, diría yo, que detrás de la gravedad del delito que se le imputa, así como de la contundencia de las pruebas en que la autoridad sustenta esa acción legal, se encuentra un ser humano con virtudes y defectos, y con el ganado derecho al respeto moral y humano.
Se trata de un joven deportista, cuyas circunstancias de la vida, lo han llevado a disfrutar la gloria, y sufrir también el infierno, pero que no por ello debiera ser víctima del despiadado sacrificio mediatico al que está siendo sujeto por mentes perversas.
Además, el Junior enfrenta la presunción de un delito, por lo que, la instancia legales no lo han declarado culpable de ningún cargo judicial.
Y reitero mi pregunta; ¿Dónde quedaron aquellos vítores de millones de mexicanos, y los efusivos aplausos de los sinaloenses, durante sus días de gloria deportiva?.
En esos años, había surgido un nuevo ídolo en el boxeo, herencia de la estirpe que con golpes y sangre había forjado la leyenda viviente de los cuadriláteros, es decir, su padre Julio Cesar Chávez González.
Eran los tiempos de gloria de la nueva promesa boxística mundial, de quien muchos hombres y mujeres buscaban su saludo, su abrazo, su sonrisa, el autógrafo, y su compañía.
Pero claro, la vorágine del encanto propio de la fama, el dinero y el poder conquistado, lo colocaron ante los halagos de los falsos amigos y aduladores que lo fueron arropando y conduciendo hacia la peligrosa niebla en la que se oculta el fracaso de quienes transitan por ese sendero de la vida.
Ante esa vida de fantasías, Julio Cesar Jr. fue presa fácil de la natural rebeldía de un joven empoderado en el mundo de la riqueza y la fama, cayendo en brazos de la hipnótica creencia de que ya el mundo era suyo, desatendiendo señas y regaños de quienes querían corregirle su conducta.
No aprendió el Junior de los errores ya superados de su propio padre, y retomó el camino equivocado.
Y las consecuencias de sus errores están hoy a la vista de todos.
Es posible que alguien justifique los ataques al Junior, argumentando que este, antes que a nadie se falló así mismo, al igual que a su familia, a sus fans, y en última instancia, quizá a la sociedad en general.
Y es precisamente la ciudadanía la que se ha encargado de cobrarle con creces la factura, a través de la satanización de su imagen social y deportiva.
Desde mi percepción personal, podría suponer que, aunque al Junior le duele el mal trato mediático de la gente, lo que sin duda más le preocupa es haberle fallado a su familia, y más concretamente a su padre, sin duda el mayor receptor de los daños colaterales de su desgracia.
Pero, sabe Julio hijo, que su padre, el gran campeón y leyenda del Boxeo mundial, no lo dejará solo en esa gran batalla legal, la más dura y difícil de su vida.
Y es que se entiende, que el gran campeón mexicano, dará una vez más la cara por su hijo.
Sabemos todos, que el Cesar del boxeo, es un gran guerrero de la vida, un gran padre que sabrá enfrentar las críticas, intrigas, y burlas mal sanas de los amantes de las desgracias ajenas, y luchara para superar esta triste adversidad de su hijo.
Y es que el gran gladiador de los cuadriláteros, nunca dejara de actuar como el necesario rescatista de su hijo, sabedor que hoy más que nunca, su Junior requiere de su respaldo y apoyo moral para salir avante de este triste episodio de su vida…
La historia está vigente y tiene páginas en blanco que escribir… Por lo pronto me despido…Nos veremos enseguidita.