¡Ah, el poder y el dinero! Esa mezcla explosiva que transforma a los mortales en dioses, aunque sea solo en su cabeza. ¿Quién lo diría, verdad? Aquellos que llegaron prometiendo cambiar todo, ahora se pasean como príncipes, disfrutando de la vida a lo grande, mientras el pueblo sigue atrapado en su rutina diaria. ¡Qué divertido es ver cómo los oficialistas, esos salvadores de la patria, se han convertido en los nuevos reyes del derroche!
La realidad es que la presidenta con “A” ya se dio cuenta de que ese no es el camino y quizás esto le sirva de cedazo y, mejor aún, para ella sea el pretexto perfecto para tomar el control de Morena y sus aliados.
El otro día vi a Claudia Sheinbaum dando un manotazo en la mesa, como si estuviera en una reunión familiar y sus hijos fueran unos traviesos. “¡Ya basta!”, exclamó, como si sus palabras fueran a cambiar la naturaleza humana de quienes la rodeaban. Pero, siendo sinceros, ¿de qué sirve un manotazo cuando la senadora Andrea Chávez sigue haciendo sus caravanas de la salud? Es como si estuviera en un carnaval, más que en una campaña política, gastando millones de pesos en camionetas que parecen más un anuncio de su cara que un servicio real al pueblo.
Y hablando de excesos, no podemos dejar de mencionar a Ricardo Monreal, quien se cree el rey del mundo. Ese tipo se pasa el día viajando en jets privados, como si el dinero público no fuera un tema delicado. Mientras el resto de la población se rasca el bolsillo para poder comer, él se mueve con la gracia de un pavo real, ignorando completamente la realidad que vive la gente común. Es como si el dinero lo hubiera vuelto ciego y sordo a las necesidades del pueblo, pero con un ego que no cabe en la tierra.
¡Y qué decir de nuestro amigo Noroña! Ese sí que es un personaje digno de un circo. Se pasea en primera clase mientras nos dice que está aquí para ayudar a los pobres. La hipocresía en su máxima expresión. ¿De verdad creen que somos tan tontos como para no ver que están repitiendo los mismos errores de aquellos a los que tanto criticaron? Es una comedia absurda, donde ellos siguen el guion, pero el público ya no se ríe.
Pareciera que olvidaron que gracias a los excesos de los priistas y panistas es que llegaron al poder, que por cierto hoy los tiene más pervertidos que nunca a los que hoy mandan en el gobierno.
Ahora resulta que hay reglas que deben seguir. ¡Ajá! ¿Quiénes son los primeros en violarlas? Exacto, los mismos que las firman. ¡Qué irónico! Mientras el pueblo se las arregla para sobrevivir con lo poco que tiene, ellos derrochan en lujos, fiestas exclusivas y viajes de ensueño. Es como si quisieran demostrar que el poder y el dinero realmente nos vuelven iguales, pero no de la manera en que a la gente le gustaría.
Y lo más chistoso es que, a pesar de todo esto, todavía tienen la cara de decirnos que están trabajando por el pueblo. A veces me pregunto si realmente creen en su propio discurso o si simplemente se lo repiten hasta que se lo creen. Pero la realidad es que el pueblo, ese que padece día a día, sigue siendo el que paga el precio de su cinismo.
Y así, entre escándalos y excesos, el desencanto crece. Los que un día prometieron ser la esperanza de la nación son ahora la nueva cara del cinismo político, un reflejo de lo que tanto criticaron. La tragedia es que, mientras ellos se divierten, el pueblo sigue sufriendo. Y no se engañen, porque lo que un día fue esperanza, hoy es desencanto.
Los escándalos no cesan: los viajes lujosos, las fiestas exclusivas y los excesos de figuras morenistas son el nuevo pan de cada día. ¿Y quién se atreve a cuestionarlos? Todos aquellos que lo hacen son rápidamente silenciados o descalificados. La doble moral está a la orden del día, y el pueblo no es tonto; lo ve y lo siente.
Se han olvidado de que fueron elegidos para servir, no para vivir como reyes. Y, mientras ellos derrochan, el pueblo sigue esperando un cambio que parece nunca llegar. La ironía es que, aunque algunos de ellos prometieron un nuevo amanecer, hoy se comportan igual que aquellos a los que tanto criticaron. Así que, hermanos, sigamos disfrutando de este teatro político, donde los mismos actores de siempre cambian de vestuario, pero nunca de papel. La tragedia es que el pueblo, ese que padece día a día, es el que sigue pagando el precio de su cinismo. ¡Viva la democracia, carajo!
Todo esto SEGÚN YO, el Goyo310… En la vida hay que ser nobles y buenos amigos, no pendejos. ¡Fugaaaaaaaa!