Que nadie diga que el alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil no se ha movido: en estas semanas ha traído gestos y hechos que sí valen la pena. Firmó convenios con el Centro Nacional de las Artes para llevar actividades culturales a las colonias; se reunió con José Luis Rodríguez Díaz de León, Subsecretario de Política Criminal y Protección Civil, para tratar temas de seguridad; celebró la inauguración de salas de quirófano y un área para niños quemados en el Hospital Pediátrico IMSS Bienestar, con el anuncio de un nuevo hospital del Seguro Social; apoyó a talentos locales como Marco Alonso Green en su debut en México; y estrechó lazos con la Conade y Rommel Pacheco para mejorar la infraestructura deportiva, además de inaugurar canchas con pasto sintético. Eso no es cualquier cosa: trae recursos, abre puertas y le da movimiento a una administración que necesitaba contacto con la federación.
Reconocer lo bueno no es de ingenuos. Que la cultura llegue a las colonias, que los niños tengan mejor atención médica y que los jóvenes tengan canchas dignas y eventos deportivos son medidas que, bien ejecutadas, ayudan a prevenir y a dar alternativas. Traer a la Conade, al Centro Nacional de las Artes y al IMSS no es puro postureo: son instituciones que pueden dejar beneficios concretos si hay seguimiento y transparencia. Y apoyar a deportistas locales como Marco Alonso Green genera orgullo y ejemplos positivos para los chamacos. En ese sentido, el alcalde ha acertado al mover las piezas y buscar aliados fuera del municipio.
Pero no podemos comernos el tamal y hacernos los locos: la inseguridad sigue siendo la madre de todas las broncas aquí. Y eso no se arregla con fotos ni con discursos de “gracias por no soltarnos la mano”. La gente quiere calles donde no se escuche metralla, quiere negocios que no cierren por miedo, padres que manden a sus hijos a la cancha sin andar con el Jesús en la boca. Si las gestiones terminan en inauguraciones y promesas, y no en menos robos, menos extorsiones y una policía local más confiable, entonces todo lo otro queda a medias.
No es cuestión de confrontar: es de exigir coherencia. Si traes cultura, que vaya acompañada de programas evaluables de prevención. Si gestionas recursos para salud, que haya transparencia sobre cuánto llegó y cuándo se verá en servicios. Si inauguras canchas, que existan programas deportivos permanentes y accesibles para jóvenes en riesgo, con seguimiento. Y si te reúnes con la Secretaría de Seguridad, que esos encuentros concreten operativos, capacitación policía municipal, y mesas con fiscalía para dar seguimiento a carpetas y evitar la impunidad.
Algunas demandas concretas que cualquier vecino medianamente harto pediría:
- Publicar el detalle de los convenios: montos, plazos y metas claras.
- Un plan de seguridad municipal con indicadores públicos: qué se medirá y en cuánto tiempo.
- Profesionalizar y equipar a la policía municipal, con control de confianza y mejores condiciones.
- Programas preventivos reales en colonias prioritarias —no talleres esporádicos— con metas de inserción escolar o laboral.
- Mesas de seguimiento público que involucren a sociedad civil, comerciantes y universidades.
Y puesto a hablar en cristiano sinaloense: sí se agradece que traigan la lana, que pongan canchas y que arreglen quirófanos; eso se celebra con torta y música. Pero no queremos que las buenas noticias sean el papel de regalo que tape lo que sigue pasando afuera: si la gente sigue contando balazos en vez de goles, entonces las fotos quedan como souvenirs bonitos, pero sin sustancia. Queremos que la diplomacia del alcalde se convierta en hechos en la calle: en menos miedo, más chamba para los jóvenes y servicios que funcionen.
Así que balance justo: aplaudir lo que está bien y exigir lo que falta. Que se mueva Juan de Dios, que haga las gestiones y traiga apoyos; pero que no se quede en la foto. Que esa gestión tenga seguimiento, transparencia y, sobre todo, resultados palpables en seguridad y oportunidades. Porque aquí andamos cansados de palabras bonitas; lo que queremos son uñas de trabajo y calles donde podamos caminar sin mirar para todos lados. Y si hay que ponerle un poco de humor negro y sarcasmo entre vecinos, pues que sea para recordarles que aquí no nos convencen con puro cuento: queremos hechos.