El corrido desafinado de Mazatlán

Si José Alfredo Jiménez estuviera vivo, seguro ya hubiera cambiado de repertorio. Aquel Mazatlán que inspiraba versos de orgullo, paseos del Centenario y catedrales que levantaban el ánimo, hoy es un corrido amargo que ni La Banda El Recodo se animaría a tocar en plena Plazuela Machado.

Porque, seamos claros, Mazatlán está viviendo sus horas más turbias. Una ciudad que presumía sol, playa y turistas desbordando pulmonías, hoy se ahoga entre aguas negras, drenajes colapsados y puentes que más que comunicar, parecen trampas mortales para el que se atreva a cruzarlos.

La presidenta municipal, Estrella Palacios, brilla… pero solo en el nombre. Porque en resultados, Mazatlán no tiene ni estrella, ni rumbo, ni esperanza. Su gobierno se convirtió en un mal chiste: mientras la gente batalla con desempleo, con la inseguridad que crece, con empresas cerrando, ella se toma fotos, corta listones de obras mediocres y aplaude lo que nadie aplaude.

El turismo, que era la mina de oro del puerto, se cae como las banquetas mal hechas: hoteles con cuartos vacíos, restaurantes cerrando sus puertas y miles de familias que viven del turismo ahora sobreviviendo del milagro. Lo que antes eran cruceros repletos de extranjeros bajando a dejar dólares, ahora son barcos que apenas pasan de largo, viendo desde el mar una ciudad que parece más un basurero flotante que la “Perla del Pacífico”.

La inseguridad no da tregua: asaltos en el malecón, balaceras en colonias populares, levantones que ya ni son noticia. El puerto que presumía fiesta, música y cerveza fría, ahora vive con miedo. El desempleo crece como la espuma del Pacífico, pero esa que deja mal sabor de boca.

Y uno se pregunta: ¿qué letra llevaría ese corrido si lo hubiera escrito José Alfredo en estos tiempos? Seguramente algo así:

*”Hoy que el destino me trajo hasta esta tierra
donde el drenaje no deja de tronar,
es necesario la Banda del Recodo
para llorarle un corrido a Mazatlán.

Ya no hay turistas que llenen sus arenas,
y las pulmonías ya no quieren rodar,
empresas cierran, familias se endeudan,
y aquí la fiesta se empieza a acabar.

Ay qué tristeza paseo del Centenario,
qué decepción me da la catedral,
aquí hasta un pobre se siente más pobre,
porque la vida se pasa sin gobernar.”*

Lo cierto es que si Mazatlán se mantiene en pie, no es por el gobierno municipal, sino por su gente: trabajadores incansables, pescadores que salen de madrugada, meseros que atienden con una sonrisa aunque la propina sea corta, mujeres que siguen siendo la joya del puerto, bellas y firmes, sosteniendo hogares sin ayuda de nadie. Los mazatlecos se parten el lomo todos los días, pero no tienen quien los defienda ni quien los respalde.

Estrella Palacios, en vez de iluminar, dejó a Mazatlán en tinieblas. La joya del Pacífico brilla, sí, pero por sus problemas. El corrido cambió de tono, y no por gusto.

Hoy, en vez de cantar que “aquí la vida se pasa sin llorar”, habría que entonar que aquí la vida se pasa sobreviviendo sin gobernar. Y si de corridos hablamos, el que se escucha en Mazatlán no es de fiesta, sino de lamento.

Porque a Mazatlán no lo está matando la falta de turistas: lo mata la falta de rumbo. Y esa, compa, es la peor tragedia de todas.

Todo esto, según yo, el Goyo310… Mazatlán es bello y tiene todo, hasta una alcaldesa que no sabe lo que hace. ¡Fugaaaaaaaaaa!

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