El día que la política mexicana se tiró al suelo

Lo que vimos antier en el Senado no fue debate ni fue política, fue un espectáculo de barrio bajo. Alito Moreno y Noroña se dieron empujones como si estuvieran peleando por un puesto en la fila de las tortillas y no en el Congreso de la Unión. Y lo más jodido de todo es que mucha gente se carcajeó, celebró, hasta aplaudió que le metieran un manazo a Noroña. Pues sí, será muy simpático verlos ridiculizarse, pero no estuvo bien, porque cada golpe en ese recinto es un madrazo a lo poco que nos queda de institucionalidad.

La política mexicana ya no debate, ya no construye, ya no propone. La política mexicana ahora se agarra del chongo. Morena presume poder y mayoría pero pierde respeto cuando convierte la tribuna en palenque. El PRI ya ni oposición es, es puro escándalo con Alito como maestro de ceremonias. Y lo peor, la raza mira el show y se entretiene, como si no entendiera que detrás de cada empujón se nos va un pedazo de la seriedad que debería tener el país.

Que si Alito fue valiente, que si Noroña es un provocador, que si uno empujó primero, que si el otro se hizo la víctima. Discusiones de chismoso de esquina mientras los verdaderos temas siguen atorados. No se habló de economía, no se habló de educación, no se habló de futuro. Se habló de madrazos. Y cuando el Congreso habla de madrazos es que la política ya se perdió en el chiquero.

Porque al final la política no se trata de quién pega más duro sino de quién construye acuerdos. Y aquí no hay acuerdos, solo pleitos y berrinches. El Senado terminó siendo lo que muchos ya sospechaban, un circo caro donde los payasos no hacen reír, hacen corajes. Y no, no hay nada que festejar porque golpear a Noroña no es victoria de nadie. Es derrota de todos, hasta de los que aplaudieron.

El pleito dejó claro que la política mexicana anda en terapia intensiva. Un país que aplaude cuando sus representantes se golpean ya se resignó a la mediocridad. Un Congreso que permite esas escenas ya perdió la brújula. Y un sistema político que lo normaliza ya está podrido hasta los huesos.

Así que, aunque muchos digan que estuvo sabroso el guamazo, la verdad es que fue otra muestra de que aquí la política ya no sabe hacer política. Se nos está acabando el oficio de gobernar y nos estamos quedando con puro espectáculo de quinta. México no merece senadores peleando como borrachos de cantina, México merece políticos que al menos intenten parecer políticos.

Todo esto según yo el Goyo310

Fugaaaaaaaaa

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