El sociólogo Max Weber definió al Estado moderno como aquella entidad que reclama con éxito el monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de un territorio. Es la base del contrato social: cedemos libertades a cambio de una garantía fundamental, la seguridad.
El próximo martes, 9 de septiembre, Sinaloa cumplirá un año de vivir bajo la prueba irrefutable de que ese monopolio está roto y ese contrato ha sido traicionado.
Un año. 365 días desde que la violencia dejó de ser un evento esporádico para convertirse en el aire que respiramos. Un año en el que el Estado, en sus niveles federal y estatal, ha fallado en su deber más elemental, dejando a los sinaloenses a la intemperie, a merced de una guerra que no es nuestra, pero cuyas balas y consecuencias pagamos todos
Las cifras son frías hablamos de miles de muertos y desaparecidos. Familias destrozadas que ya no buscan justicia, sino tan solo un cuerpo que llorar. La paz no es una estadística en un informe triunfalista; es poder caminar por tu ciudad después de las 7 de la noche sin sentir que te juegas la vida, algo que en Culiacán se ha vuelto un lujo del pasado.
Pero la violencia no solo mata personas; aniquila el futuro. La economía de Sinaloa, antes pujante y orgullosa, se ahoga. No son percepciones, son datos duros: pérdidas que rondan los 70 mil millones de pesos, casi el 10% de nuestro Producto Interno Bruto. Son más de 20,000 empleos formales e informales perdidos; son más de 5,000 negocios que bajaron la cortina para siempre en Culiacán. Cada empleo perdido es un proyecto de vida truncado, cada comercio cerrado es un sueño roto.
Los ciudadanos vivimos un toque de queda autoimpuesto, la cancelación de la vida nocturna, el miedo como compañero constante. Nos han robado la tranquilidad.
Cuando el Estado falla, la ciudadanía debe dar un paso al frente. Cuando quienes deben protegernos fallan, debemos protegernos entre nosotros, alzando la voz.
La resignación no es una opción. El silencio nos hace cómplices del desastre.
Por eso, este llamado es a todos. A los empresarios que han visto su patrimonio desvanecerse, a los padres de familia que temen por el regreso de sus hijos, a los jóvenes cuyo futuro se ve amenazado, a cada sinaloense que se niega a aceptar esta condena. Es momento de tomar nuestras calles, de demostrar que somos más los que queremos vivir en paz.
La cita es este próximo domingo. La Marcha por la Paz es nuestra legítima defensa. No es una petición, es una exigencia. Porque ya hemos aguantado demasiado.
¡Ya basta, queremos paz!
Nos vemos el domingo a las 8:30 de la mañana en La Lomita. Que el sonido de nuestros pasos les recuerde a los gobernantes que su poder emana de un pueblo al que hoy le han fallado, pero que no se rinde.
No faltes Sinaloa necesita de todos