En un estado donde por décadas el transporte público ha sido sinónimo de rezago, saturación, calor extremo y combustibles fósiles, hablar de un cambio verdadero parecía una fantasía futurista. Pero hoy, con hechos concretos y no simples promesas, la Dirección General de Vialidad y Transporte en Sinaloa da señales claras de que ese cambio ya está en marcha.
Marco Antonio Osuna Moreno, quien asumió el cargo el 1 de noviembre de 2024, está demostrando que, cuando hay voluntad y visión, los tiempos administrativos no son excusa para el letargo. A menos de un año de su nombramiento, su gestión ya está generando las primeras olas de una transformación profunda del sistema de transporte en la entidad. No se trata de una “modernización” decorativa como muchas otras que en el pasado sólo cambiaban el color de las unidades; esta vez, se está planteando una transformación estructural, tecnológica, ecológica y social.
El anuncio de los prototipos eléctricos —uno para transporte urbano y otro para taxis— representa un primer paso sólido. La migración de diésel a electricidad en los sistemas de transporte no solo reduce emisiones contaminantes, sino que genera ahorros significativos para los transportistas.
El filósofo alemán Hans Jonas, argumenta que la tecnología moderna, con su inmenso poder, requiere una ética renovada que priorice la responsabilidad a largo plazo por el futuro de la humanidad y del planeta, e insiste en que la supervivencia humana depende de nuestros esfuerzos para cuidar nuestro planeta y a las generaciones futuras. Este proyecto lo asume con seriedad: disminuye el daño ecológico sin sacrificar la eficiencia operativa.
No hablamos sólo de promesas. Dirección de Vialidad y Transportes ya tiene listas las evaluaciones para proponer formalmente a las organizaciones y alianzas de transportistas la adquisición de nuevas unidades eléctricas. Las metas son ambiciosas: 600 camiones para Culiacán, 500 para Mazatlán, 200 para Los Mochis, 110 para Guasave y 39 en Guamúchil. En total, casi mil 450 autobuses urbanos serían reemplazados, lo que representa el 64% de la flota actual, muy por encima del 15 al 20% de unidades que ya cumplieron su vida útil.
¿Y por qué esto es importante? Porque se trata no sólo de sacar de circulación lo viejo, sino de elevar el estándar general. La transformación considera incluso renovar unidades que aún podrían seguir operando, pero que no cumplen con los niveles deseables de sostenibilidad. Esto implica un compromiso real con el futuro, y no una estrategia de remiendos.
La visión de Marco Antonio Osuna, contempla pago electrónico, lo que reduce el manejo de efectivo por parte de los operadores, mejora la seguridad y permite un mayor control financiero y transparencia en la operación. A esto se suma la instalación de botones de pánico, cámaras de vigilancia y aire acondicionado en el 80% de las unidades, un avance significativo para una entidad que conoce bien los rigores del calor sinaloense.
Además, la apuesta por la electromovilidad es también una apuesta social: las nuevas unidades contemplan condiciones que faciliten el abordaje a personas con discapacidad. Esto habla de una gestión con enfoque inclusivo, humana, y con sensibilidad hacia sectores históricamente marginados del servicio público.
En una época donde abunda el discurso rimbombante y escasean los resultados tangibles, la gestión de Marco Antonio Osuna Moreno destaca precisamente por su ímpetu, constancia y claridad de rumbo. En un entorno donde muchos funcionarios aún se acomodan en sus escritorios y se pierden en la burocracia, él está en el terreno, dialogando con transportistas, evaluando prototipos, midiendo viabilidad financiera y estructurando un plan que podría cambiar la vida cotidiana de cientos de miles de sinaloenses.
La apuesta, por supuesto, tiene sus retos. El financiamiento, la capacitación, la logística de operación de nuevas tecnologías y, sobre todo, la coordinación con las alianzas camioneras. Pero lo que hoy se muestra no es un salto al vacío: es un proyecto construido con datos, etapas, objetivos y una dirección clara.
Osuna Moreno, desde una trinchera poco glamorosa como lo es la Dirección de Vialidad y Transporte, está tomando decisiones con carácter, proponiendo políticas públicas que pueden mejorar no sólo el transporte, sino el ambiente, la salud y la calidad de vida de los sinaloenses.
Y en ese sentido, el Gobierno del Estado también debe ser reconocido por respaldar este tipo de funcionarios: los que no buscan reflectores, pero generan transformaciones. Los que no se esconden tras las estadísticas, sino que las ponen en movimiento. Los que no prometen el futuro, sino que lo empiezan a construir desde hoy.
A final de cuentas, la movilidad no es sólo un tema técnico. Es un tema profundamente político, porque determina quién se mueve, cómo lo hace, con qué condiciones y a qué costo. Y si esa movilidad se convierte en un derecho ejercido con dignidad, entonces sí podemos hablar de progreso.
Sinaloa puede convertirse en un referente nacional si este plan avanza con el acompañamiento financiero, técnico y ciudadano adecuado. Pero incluso si los tiempos políticos no permiten alcanzar el 100% de las metas, lo que ya es visible es que el rumbo cambió. Y eso, en tiempos de simulación, ya es una ganancia.