Culiacán: Nueve meses de dolor, nueve meses de resistir.

Son ya casi nueve meses de dolor, nueve meses de resistir, el 9 de septiembre es una fecha que nos dejó marcados en Culiacán, Sinaloa y en todo México. Ese día no pasó desapercibida; se llevó con ella la tranquilidad que tanto valoramos. La vida en nuestras calles, que antes vibraba con el sonido de risas y juegos, se convirtió en un eco distante de lo que solía ser. La risa de los niños se ha vuelto escasa, y los padres ya no pueden permitir que sus hijos jueguen libremente en las aceras, pues el miedo ha tomado el lugar de la confianza.

Con la violencia desatada, se han perdido muchos aspectos que antes eran parte de nuestra cultura. Los pequeños empresarios, que soñaban con un futuro próspero, se enfrentan a un panorama desolador. Muchos han tenido que cerrar sus puertas, dejando atrás sus sueños y esperanzas. Las calles que antes estaban llenas de vida y color ahora lucen vacías y tristes, un reflejo de la incertidumbre que nos rodea.

La vida nocturna de Culiacán, un símbolo de nuestra identidad, ha sufrido un golpe devastador. Los bares y restaurantes, que solían estar llenos de risas y música, ahora enfrentan la amenaza del cierre. La buena vibra que antes compartíamos con otros estados y el turismo, que era un motor importante para nuestra economía, se ha desvanecido. Las festividades que solían atraer a visitantes de todas partes se han reducido, y la alegría que solíamos sentir durante esos eventos se ha perdido en un mar de preocupación.

El espíritu comunitario, que nos unía en momentos de celebración, ha sido sustituido por un ambiente de desconfianza. Las reuniones familiares y los eventos deportivos, que solían reunir a la gente en un mismo lugar, ahora son motivo de temor. El deporte, que antes era una forma de escape y unidad, se ha visto afectado, y muchos jóvenes ya no pueden disfrutar de sus pasiones como solían hacerlo.

Además, la educación de nuestros niños y jóvenes se ha visto comprometida. El miedo a salir a las calles ha llevado a muchas familias a optar por la educación en casa, lo que limita las oportunidades de socialización y aprendizaje. Las escuelas, que solían ser espacios de crecimiento y desarrollo, ahora enfrentan desafíos para mantener la seguridad y la confianza de los padres.

La cultura y las tradiciones que definieron a Culiacán también han sufrido un impacto. Las ferias, los festivales y las celebraciones que solían unir a la comunidad se han vuelto escasas. Las tradiciones que pasamos de generación en generación se ven amenazadas por la violencia que ha invadido nuestras vidas.

Que no se nos olvide lo que hemos perdido y la lucha que aún tenemos por delante. Culiacán, Sinaloa y México tiene memoria aunque algunos pretendan que olvidemos… que normalicemos.

Aunque el tiempo avanza, el dolor sigue presente y las heridas abiertas. La esperanza de reconstruir nuestra paz y recuperar la alegría está ahí, pero el camino no será fácil. Mientras enfrentamos esta dura realidad, es fundamental que recordemos la importancia de la unidad y la resiliencia.

Solo juntos podremos encontrar la luz al final de este túnel oscuro que pareciera no tener fin.

Todo esto, según yo, el Goyo310… fuga hasta la próxima.

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