El 1 de Junio y su dilema: votar o no votar.

Recuerdo cuando de niño escuchaba a los adultos quejarse de que para qué votar, si al final todo lo decide el gobierno. Decían que hasta los muertos votan, y que si pones una escoba en la boleta, esa escoba gana. Y yo, con la sabiduría de un niño, pensaba: “Tienen razón, cuando sea grande, no me verán en ninguna urna”. Pero llegó el IFE, y nos vendieron la idea de que la democracia estaba a la vuelta de la esquina, como si fuera un milagro de fin de año. Hoy, con todo lo que está pasando, esa idea se fue al carajo.

Cuando estábamos en la lucha por la democracia, nos vendieron la frase “tu voto cuenta”. Y claro, antes sí contaba: contábamos los votos, llenábamos actas, y los resultados se pegaban en las casillas. Pero el 1 de junio, amigos, no se va a ver nada de eso. Vamos a votar en un circo más grande que la última pelea de Canelo, con más de 800 cargos en juego y 3400 candidatos que parecen salidos de una tómbola. ¿Y la certeza de que nuestro voto va a contar? Olvídense, eso ya es parte del pasado.

Ahora las casillas estarán más alejadas que el último lugar donde viste a un político cumplir una promesa. Y esas boletas, en vez de ser claras, van a parecer un crucigrama de los difíciles. ¿36 opciones? ¡Por favor! Nos van a hacer dudar tanto que al final no sabremos si estamos votando por un candidato o por el próximo platillo del menú del Cuchupetas. Vamos a votar porque ni sabemos qué estamos eligiendo, solo que hay que hacerlo porque, aparentemente, alguien tiene que salir ganador.

Y aquí viene lo mejor: todos los votos a la misma urna, como si fueran un guiso. ¿Y observadores imparciales? Ni de chiste. ¿Contar los votos? Eso es muy del pasado. Aquí, lo que importa es que todo se haga al aventón, y que el que más ruido haga, ese se lo lleva.

Las elecciones del poder judicial son una farsa tan grande que ni el mejor comediante podría haberla escrito. Los ministros, magistrados y jueces no están para representar nuestras demandas; su chamba es garantizar nuestros derechos y ser un contrapeso a los poderes. Pero, ¡sorpresa! Los eligen como si fueran los protagonistas de una novela, sin un servicio profesional que garantice que la justicia no se convierta en un chiste.

Así que, en resumen, lo que se avecina es una farsa monumental, un fraude que no tiene el menor potencial de mejorar la justicia en México. Todo comenzó como un mal chiste, y así va a terminar, con risas nerviosas y un montón de promesas vacías. Así que si van a votar, al menos que sea por diversión, porque al final, la única certeza será que esta democracia sigue siendo una broma pesada. ¡A disfrutar el circo, que esto apenas comienza!

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