El proceso judicial más polémico en la historia reciente de la Santa Sede sigue dando de qué hablar. Lo que comenzó como una investigación por una millonaria inversión en Londres terminó por destapar un entramado de corrupción, venganzas personales, espionaje interno y hasta negociaciones con insurgentes islámicos. No por nada ya es conocido como el juicio del siglo.
En el centro del escándalo está la compra frustrada de un lujoso edificio en la capital británica por más de 410 millones de dólares, operación que destapó pagos irregulares, extorsiones y el desvío de fondos a cuentas privadas. El cardenal Angelo Becciu, antiguo hombre fuerte de la Curia y cercano a Francisco, fue condenado a cinco años y medio de prisión por malversación, aunque él y otros ocho acusados alegan inocencia y ahora esperan que la apelación revierta el fallo.
Un rompecabezas de traiciones
El primer juicio, iniciado en 2021, ya había dejado imágenes insólitas: monseñores declarando contra otros monseñores, analistas de seguridad pagados con fondos del Vaticano y una confesión que impactó al mundo católico: el papa Francisco había autorizado personalmente el pago de un rescate para liberar a una monja secuestrada en Mali.
Pero lo que parecía cerrado resurgió con más fuerza gracias a la filtración de miles de páginas de mensajes de WhatsApp y audios privados. Publicados por el diario italiano Domani, estos documentos ponen en duda la imparcialidad del proceso y exhiben presiones, acuerdos bajo la mesa y un papel del pontífice argentino mucho más activo de lo que se pensaba.
Uno de los chats advierte: “Si se descubre que todos estuvimos de acuerdo, es el fin”. Para los abogados defensores, estas conversaciones prueban que la investigación fue manipulada y que no existió un juicio justo dentro de un Estado en el que el papa concentra los tres poderes.
El tablero de los protagonistas
• Cardenal Angelo Becciu: de figura papable a condenado por desviar más de 117 millones de dólares a una ONG controlada por su hermano.
• Monseñor Alberto Perlasca: mano derecha de Becciu en la operación de Londres, terminó cambiando su versión y colaborando con los fiscales. Incluso recibió apoyo económico del propio Francisco tras el congelamiento de sus cuentas.
• Francesca Chaouqui: vieja conocida del Vaticano por el escándalo Vatileaks. Su intervención fue decisiva para que Perlasca se volviera contra Becciu.
• Genevive Ciferri: amiga cercana de Perlasca, se vio envuelta en el plan de presión que habría diseñado Chaouqui.
• Papa Francisco: aunque no es acusado, su nombre aparece reiteradamente en los mensajes. Redactó decretos que ampliaban el poder de los fiscales, alentó a Perlasca en su cooperación y hasta le prestó dinero.
Lo que viene
La apelación que arranca ahora tiene el potencial de ser aún más explosiva. Los defensores buscan que los mensajes se incorporen como prueba, mientras que la fiscalía insiste en que el caso va más allá de chats filtrados y que el objetivo es sostener condenas por delitos financieros graves.
El Vaticano defiende la legitimidad del proceso, pero las defensas ya advierten que, de ser necesario, llevarán el caso hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De prosperar esa vía, el escándalo podría trascender los muros de San Pedro y convertirse en un problema internacional para la Santa Sede.
De fondo queda la pregunta incómoda: ¿fue realmente un proceso de justicia o un ajuste de cuentas en el corazón mismo del poder eclesiástico?
Con información de AP