El PRI en Sinaloa vive una etapa tan gris que ya no se discute si perdió el poder, sino si perdió hasta la dignidad. Lo que alguna vez fue un partido que imponía respeto por su estructura, por su disciplina, por su capacidad de operar hoy parece reducido a un refugio donde cualquiera puede entrar y salir como si de una casa de paso se tratara.
Lo dicho recientemente por César Emiliano Gerardo Lugo en Salvador Alvarado es la muestra más clara de esa decadencia. Asegurar que “todo aquel ex priista que se arrepienta será bienvenido de nueva cuenta” equivale a aceptar que el partido es como ese viejo amor que, aunque lo engañen, aunque lo dejen tirado y lo humillen, siempre recibe con los brazos abiertos al que regresa. No hay filtros, no hay dignidad, no hay memoria.
Y es que en política, como en la vida, los gestos importan. Cuando un partido se declara dispuesto a perdonar todo, lo que transmite no es generosidad, sino desesperación. Es reconocer que ya no tiene la fuerza para construir nuevas lealtades, que depende de la misericordia de los que un día lo abandonaron. Y todavía más grave, que carece de rumbo propio y de liderazgo para atraer cuadros frescos.
El PRI en Sinaloa se ha convertido en el ejemplo más claro de lo que significa ser pisoteado y humillado. Perdió el gobierno estatal, perdió todas las alcaldías y lo único que pudo conservar fue Navolato como último refugio. Hoy sus dirigentes hablan de fortalecer seccionales, de reorganizar estructuras, pero no entienden que la verdadera crisis está en su esencia. Cómo confiar en un partido que le abre la puerta a quienes hace apenas unos meses lo traicionaron.
La política no perdona las señales de debilidad. Y el PRI, con este tipo de discursos, manda el mensaje de que está dispuesto a ser comparsa, de que lo importante ya no es ganar, sino sobrevivir. Es como ese personaje que soporta todo con tal de no quedarse solo, aunque la soledad digna sería mil veces preferible al ridículo de rogar por amor.
Quizá el PRI en Sinaloa logre reorganizar sus seccionales, llenar de activistas sus oficinas y hasta recuperar algunos cuadros que hoy visten de guinda. Pero lo que difícilmente recuperará será la autoridad moral, esa que se pierde cuando aceptas de vuelta a quienes un día te escupieron en la cara.
En política, como en la vida, hay que saber perder con dignidad. El PRI en Sinaloa, lamentablemente, parece decidido a perderlo todo, incluso eso.
Todo esto según yo el Goyo310 fugaaaaa