La marcha que Culiacán necesita

Culiacán se prepara para un domingo distinto. No será un día más en el calendario, será la oportunidad de que miles de ciudadanos salgan a las calles a expresar de manera pacífica y unida un sentimiento que se ha venido acumulando desde hace meses, el anhelo de paz.

Quienes marcharán no son solo organizaciones o sectores específicos. Es la ciudad entera que se reconoce cansada de vivir con miedo. Caminarán familias enteras que se niegan a que sus hijos crezcan viendo la violencia como algo normal. Caminarán jóvenes que han tenido que aprender demasiado pronto lo que significa la incertidumbre. Caminarán trabajadores, comerciantes, maestros, médicos, estudiantes, agricultores y personas de todos los oficios y de todas las edades, unidas por una causa común.

Van a marchar porque ya no quieren más días marcados por la desconfianza ni por la zozobra. Van a marchar porque saben que no es justo que la vida se interrumpa de golpe por hechos que no eligieron. Van a marchar porque quieren volver a salir un domingo cualquiera sin cargar con la sombra del miedo.

La ruta será sencilla, de La Lomita hacia la Catedral, vestidos de blanco, como un recordatorio de lo que se busca. No se trata de un recorrido largo en kilómetros, pero sí de un trayecto profundo en significado. En cada paso irá el recuerdo de lo que se ha perdido y la esperanza de lo que se quiere recuperar.

Es fácil imaginar la escena. Familias caminando juntas, niños con globos blancos, algunos con banderines, otros simplemente de la mano de sus padres. Personas mayores avanzando con paso lento pero decidido, mostrando que la edad no impide la determinación. Jóvenes que entre conversaciones discretas llevan consigo el mismo mensaje silencioso, no estamos dispuestos a aceptar el miedo como normalidad.

El blanco no es un color elegido al azar. Representa la unidad de miles de voces que, aunque distintas en ideas y pensamientos, coinciden en lo más básico, que la paz no puede seguir siendo un sueño aplazado. Que la seguridad y la tranquilidad son derechos que nadie debería disputar.

La marcha también se sentirá en el sonido de los pasos, en el ritmo de cientos de zapatos golpeando el pavimento, en la respiración sincronizada de quienes caminan juntos. Se verá en los gestos de solidaridad entre vecinos que quizá nunca se habían encontrado, pero que ahora comparten la misma necesidad.

Esta movilización será al mismo tiempo un reclamo y una afirmación. Reclamo a la violencia que ha golpeado a la ciudad, que ha llenado de luto a muchas familias, que ha hecho de la rutina una excepción. Y afirmación de que la sociedad civil no está dispuesta a quedarse callada, de que existe la capacidad de encontrarse y caminar juntos.

En un contexto donde se suele hablar de cifras, de enfrentamientos y de estadísticas, la marcha del domingo pone en el centro lo humano. Es la gente de a pie la que toma las calles, la que hace sentir su voz, la que transforma la preocupación en acción.

Y aunque es cierto que una caminata no resolverá de un día para otro lo que se arrastra desde hace tiempo, sí logrará algo fundamental. Mostrará que Culiacán está de pie, que no se rinde y que tiene la voluntad de recuperar su vida en paz.

El domingo será un día para recordar que la fuerza de una ciudad no está en las armas ni en los discursos, sino en la capacidad de sus ciudadanos para unirse en torno a lo que más importa, el derecho de vivir tranquilos.

Porque al final, eso es lo que une a todos los que marcharán, la convicción de que Culiacán merece algo mejor, y que ese algo mejor empieza con un paso firme, vestido de blanco y acompañado por miles de voces que dicen lo mismo sin necesidad de gritarlo, queremos paz.

Todo esto, según yo, el Goyo310.

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