La misma burra, pero revolcada

En política ya no hay inventos nuevos. Los viejos vicios solo se disfrazan, se maquillan, se bautizan con otro nombre y se venden como innovación democrática. Hoy le llaman encuestas, pero en el fondo es la misma historia de siempre, la misma burra pero revolcada.

Luisa María Alcalde vino a Sinaloa a decir que en 2027 serán los sinaloenses quienes decidan, a través de consultas internas, los nombres de las candidatas y candidatos de Morena. La frase suena bonita, casi de libro de texto, pero en realidad destila la misma fórmula que antes usaba el PRI: aparentar que el pueblo manda cuando en realidad la decisión ya viene cocinada desde las cúpulas.

Las encuestas de Morena son hoy lo que en los tiempos del PRI era el famoso dedazo. Allá en los años de la hegemonía tricolor se presumía que el candidato era producto de un consenso de unidad. Hoy se dice que es la voluntad del pueblo a través de encuestas. La diferencia está en el discurso, no en el fondo.

El problema es que nadie sabe exactamente cómo se hacen esas encuestas. No hay transparencia, no hay auditorías externas, no se publican los cuestionarios completos ni la lista de encuestados. ¿Quién garantiza que no son ejercicios hechos a modo, con preguntas dirigidas y con resultados ajustados para legitimar lo que desde antes ya estaba decidido?

El pueblo, al que tanto se invoca, nunca ve los números. Nunca se entera de la metodología. Solo se le dice que fulano ganó porque así lo arrojaron las encuestas. Y ahí está el truco, no es que las encuestas mientan, es que se convierten en la coartada perfecta para disfrazar el dedazo con un barniz democrático.

En Sinaloa ya vimos cómo funciona ese mecanismo: deja heridos, deja inconformes, deja militantes molestos y deja aspirantes con la sensación de haber competido en una carrera con la meta movida de lugar. Pero todos participan porque quien no se somete a la encuesta queda automáticamente fuera de la jugada.

Lo dijo Alcalde, será el pueblo quien decida. Pero la pregunta incómoda es, ¿qué pueblo? ¿El que responde unas cuantas llamadas telefónicas? ¿El que aparece en una lista seleccionada por una encuestadora desconocida? ¿O el que en realidad no tuvo vela en el entierro pero al final ve aparecer el nombre de un candidato ya pactado en la mesa del poder?

La democracia interna de Morena tiene hoy los mismos problemas que se criticaron en el PRI, opacidad, falta de certeza y un método que no convence ni a los propios militantes. La diferencia es que ahora se vende con una narrativa de transformación cuando en los hechos se trata del mismo viejo juego.

La inseguridad, los problemas sociales, la necesidad de gobernanza, todo eso pasa a segundo plano cuando lo que está en juego es la candidatura. Y para eso Morena ya encontró su fórmula, la encuesta como dedazo disfrazado.

Así que no nos confundamos, la política mexicana cambió de colores, cambió de logo, cambió de protagonistas, pero no de costumbres. Seguimos viendo lo mismo de siempre, nada más que con un nuevo rebozo llamado consulta popular.

La misma burra, pues, nada más revolcada.

Según yo el Goyo310

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