¿Se acuerdan de la ruta segura rumbo a Imala? Esa que prometieron entre aplausos, selfies y el brillo de la esperanza municipal y estatal. Pues vaya que fue rápida la travesía: salió de la plazuela con banda, raspados y tamales de requesón… y nunca llegó.
¿Y el alcalde? Ah, ahí anda, supervisando tradiciones: la inauguración del adornito que nadie pidió y la entega simbólica de llaves que abren puertas… de discursos. ¿El secretario de seguridad? En una inteligente estrategia de invisibilidad táctica: menor presencia, menos problemas. ¿La secretaria de turismo? Organizando tours emocionales por la nostalgia: “Ven a Imala… cuando tengamos la ruta”. Los regidores y regidoras, siempre listos para la foto oficial, decidieron que su labor principal es aplaudir en reuniones; el ruido ayuda a disimular la ausencia de soluciones. Y los restauranteros y pequeños empresarios —esos que tenían planes y bolsillos listos— ahora guardan las herramientas como quien guarda los juguetes después de un mal sueño.
Prometieron inversión, luminarias, bacheo y seguridad. Prometieron que la banda iba a resonar en la plazuela y que, al final del evento, los raspados y los tamales harían justicia social. ¿Qué pasó? Pues que el guion cambió: de obra pública pasó a “obra de teatro”, con actores improvisados y guión perdido.
Y como olvidar aquellos tiempos donde la diputada Paola Garate, sobrevolava Narnia o el presente según convenga, saludando desde las alturas mientras abajo se decide si la obra arranca o se queda en buenos propósitos. Porque en este país de promesas express, siempre hay una diputada que mira al horizonte como quien esconde la libreta de pendientes.
No es cinismo. Es memoria. Los tamales se enfrían, la banda ya practica otra plaza, y los emprendedores cuentan las facturas mientras esperan. ¿Alguien recuerda en qué fila se pidió la ruta segura? Pues no importa: en Sinaloa aprendimos a aplaudir las promesas, comer tamales y seguir pidiendo —con sarcasmo, con humor negro y con la paciencia de quien ya sabe que las promesas tienen fecha de vencimiento muy corta.
Y mientras tanto: ¿quién trae los raspados para la próxima sesión de promesas?