PRI Sinaloa se reparte el fracaso con sonrisa cínica

En Sinaloa el PRI ya no hace política, hace reparto de cargos y acomodos como si fueran boletos para la feria. Todo indica que la derrota no se sufre, se planifica y se entrega en charola de plata, con el sello de los mismos de siempre.

En Culiacán ni siquiera metieron al dirigente municipal al Consejo, demostrando que aquí nadie importa más que los favoritos de los que mandan en despachos cerrados. En Navolato, el único alcalde que tienen, Jorge Bojórquez, tampoco fue incluido ni reconocido. De 20 municipios, solo gobiernan uno, y aun así lo dejan fuera. Por eso Bojórquez anda buscando cómo colarse aunque sea por una organización adherente, tratando de mantener algún hilo de relevancia en medio de tanta traición interna.

En Salvador Alvarado Samuel no perdió tiempo. La misma gente que antes le pegaba al PRI hasta en los calzones, señalando corrupción y falta de proyecto, hoy dirige y acomoda el partido sin dignidad, sin vergüenza y sin pena. Colocó a su gente de confianza, y así se construye el escenario perfecto: sumisos, obedientes, sin chistar, mientras los que podrían pelear quedan fuera o relegados a cargos de relleno.

Mazatlán tampoco escapa del guion. Ya es un hecho que quitarán a José Luis Arreola para poner a alguien que cumpla con la entrega pactada. Todo calculado, todo al dedillo, como si el objetivo fuera asegurar que el PRI no compita de manera seria, más que fortalecerlo. Las pluris, los cargos y hasta la mínima dignidad se negocian entre quienes ya definieron cómo repartir el pastel, sin importar principios ni historia.

El patrón es clarísimo. Se premia a los obedientes, se desplaza a los que pelean, se administran sillas, sobres y favores como si fueran caramelos. Los que alguna vez criticaron ahora reparten cargos sin chistar, mientras los que podrían representar un contrapeso son ignorados o forzados a buscar espacios secundarios. El PRI se vacía de contenido, pero sus dirigentes sonríen como si estuvieran haciendo política de verdad.

La ciudadanía observa con asombro cómo los acuerdos entre bastidores aseguran que no habrá competencia real, que los nombres cambian pero la estrategia sigue intacta: entregar el partido, acomodar amigos y garantizar sumisos. Morena, desde la distancia, solo sonríe. Al final, todo indica que se trata de un pacto silencioso: el PRI se encarga de asegurarse de que nadie le estorbe, mientras los que mandan disfrutan acomodando piezas.

El PRI en Sinaloa ya no es oposición, es un circo de obediencia. Los nombres cambian, los rostros cambian, pero los mismos que una vez criticaron hoy reparten cargos como caramelos. La derrota se prepara con sonrisa cínica, los sobres se reparten y la ciudadanía solo puede mirar cómo un partido que alguna vez prometió poder y proyecto se entrega sin resistencia, sin pena y sin vergüenza.

Aquí no hay error de cálculo, ni descuido, ni improvisación. Todo está pactado, todo está planeado, y los que realmente podrían pelear han quedado fuera, desplazados o domesticados. Sinaloa observa cómo un partido que alguna vez quiso ser fuerza política hoy se limita a ser el acomodador de sus propios errores, mientras otros se ríen y toman nota para próximas jugadas.

El PRI en Sinaloa es la caricatura de lo que fue, y los que gobiernan desde los despachos lo saben. Cada movimiento, cada acomodo y cada traición interna es evidencia de que el partido ya no manda, solo acompaña. Y mientras tanto, Samuel, Arreola, Bojórquez y los demás protagonistas del circo siguen moviendo sus piezas, riéndose de todos, con la conciencia tranquila y la charola de plata asegurada.

Todo esto según yo el Goyo310

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