En Morena la palabra favorita es “austeridad”. La repiten como rosario: medianía juarista, austeridad republicana, no lujos, no despilfarro, justa medianía, y un largo de etcéteras. Pero mientras los discursos se dicen en el micrófonos, tribunas y mañaneras, el diputado local Serapio Vargas se fue a pasear por Europa como si en lugar de curul tuviera agencia de viajes. París, Madrid, Escocia… nomás faltó que pasara por Roma a confesarse con el Papa para que le diera absolución por hereje morenista.
Y ojo: Serapio no lo esconde. Al contrario, lo presume y hasta lo defiende. “Yo no robé, yo me lo pagué, y el dinero bien habido se gasta como se quiera”, dijo. Pues sí, razón no le falta. Pero la bronca no es la lana, sino la narrativa. Porque en un partido donde hasta las galletitas en el Congreso son consideradas lujo, salir con que uno anda gastando en euros, pues claro que genera ruido.
Lo que más sorprende es que él mismo confesó que varios compañeros le dijeron: “Vete, pero no lo publiques”. O sea, la típica receta política mexicana: hazlo, pero que nadie se entere. Y Serapio, con su estilo bronco, dijo: “Me vale madre, lo hago público, yo no soy hipócrita ni mucho menos mentiroso”. Y ahí tronó el teatro. Porque mientras muchos morenistas juegan a ser austeros de día y derrochadores de noche, Serapio prefirió ser derrochador sincero.
Eso sí, el viaje tuvo momentos de antología. Contó que fue a Escocia para comprobar si los hombres usan falda en la calle. Resultado…no vio ni uno. ¡Qué gran aportación a la ciencia política sinaloense! Nomás faltó que se aventara una encuesta de Mitofsky allá en Edimburgo para medir la aprobación de las gaitas.
Mientras tanto, acá en Sinaloa, el propio Serapio admite que en el Congreso no hay ni para “unas pinches galletitas”. Pero él bien que se comió su croissant en París y su jamón ibérico en Madrid. ¿Incongruencia? Para unos sí, para él no, y lo dice: “Una cosa es gastar el dinero propio, y otra muy distinta robarse el ajeno”.
Y ahí, aunque suene incómodo, tiene un punto. Porque la verdadera hipocresía no está en subirse a un avión comercial rumbo a Europa, sino en esos políticos que se llenan las bolsas con dinero público y todavía posan como monjes franciscanos. Serapio, al menos, lo dice como es: “el dinero bien habido hazlo papalote, el mal habido que se castigue”.
El problema es que su sinceridad es dinamita pura dentro de Morena. Porque mientras la dirigencia insiste en vender la pobreza como virtud, Serapio plantea lo contrario: que la igualdad no es repartir carencias, sino repartir riqueza. Y eso, en un partido donde la “medianía” es bandera, suena a herejía.
Claro, tampoco hay que romantizarlo. Serapio habla como compa en la peda, con ocurrencias y anécdotas que parecen chistes de sobremesa. “Yo quería ser pobre hasta los 33 años”, confesó. Como si la pobreza fuera un pasatiempo, una dieta o un experimento social. De ese tamaño son sus frases. Y aún así, pega. Porque dice lo que muchos piensan y callan.
En el fondo, lo que retrata el viaje de Serapio no es la foto en la Torre Eiffel ni la caminata por Madrid, sino la fractura en el partido en el poder:
Por un lado se están los que se persignan con Juárez y predican vivir con lo mínimo, y en otro extremo, los que, como Serapio, creen que la clave está en no robar, pero tampoco en disfrazarse de pobre.
¿Quién tiene la razón? Eso lo decidirán los votantes. Lo único seguro es que a Serapio ya lo pusieron en la mira, porque en Morena ser honesto a veces cuesta más caro que ser corrupto.
Y mientras tanto, los ciudadanos lo ven como lo que es, un diputado que viajó con su dinero, sí, pero que rompió el molde de la austeridad. Un diputado que se atrevió a decir en voz alta lo que muchos practican en silencio.
Así que sí, Serapio Vargas se fue a Europa. Y lo más caro no fue el boleto de avión, sino la factura política que ya le están pasando sus propios compañeros de partido.
Todo esto según yo, El Goyo310… fugaaaaaaa que ya se me antojó un croissant parisino.