Las fiestas patrias en México son un símbolo de unidad. Cada septiembre, las explanadas se llenan de colores, de puestos de elotes, esquites, algodones y de música que alegra a chicos y grandes. En Sinaloa esa tradición se vive con fuerza, porque la música forma parte de nuestra sangre. El grito de independencia es la oportunidad de reunir a las familias en un ambiente de fiesta, de orgullo y de alegría.
Pero este año la celebración no puede verse como una más. El recuerdo de aquella crisis de seguridad que estremeció al estado hace un año sigue fresco en la memoria de la gente. Por eso, hay quienes dicen que no debe hacerse, que es mejor cancelar, y hay quienes insisten en que sí, porque el pueblo necesita también un respiro. Lo cierto es que, si se organiza, debe hacerse con responsabilidad, protegiendo a la gente, pensando en su seguridad antes que en cualquier otra cosa.
Aquí es donde quiero plantear una propuesta clara y directa al gobernador Rubén Rocha Moya. No se trata de contratar artistas de fuera ni de gastar millones en espectáculos que no representan a la gente. Se trata de voltear a ver a quienes han mantenido vivo el sonido de Sinaloa desde el lugar más humilde: los bulevares y los semáforos.
Desde hace un año, bandas sinaloenses y grupos norteños se han visto obligados a buscar el pan diario tocando en las esquinas. Los vemos en los cruceros, bajo el sol que quema o bajo la lluvia que no perdona, tocando con todo su corazón para ganarse unas monedas. Muchos automovilistas apenas los miran, otros les cierran la ventana, pero ellos no se rinden. Son músicos que merecen mucho más que el desprecio, son familias enteras que dependen de esos minutos de música en medio del tráfico.
Por eso propongo que, si va a haber festejo, se organice una tardada musical en el día, con todas esas bandas y grupos norteños de los semáforos y bulevares. Que la explanada se llene con sus sonidos, que se les dé un escenario digno, que se les pague su trabajo y que se les reconozca el esfuerzo de haber resistido un año completo en condiciones tan duras. De día, con luz, con familias reunidas y con seguridad, porque la noche siempre representa más peligro y no podemos arriesgar a la gente.
Imagínese usted esa explanada repleta de familias escuchando a decenas de músicos locales que, lejos de los grandes reflectores, han estado sosteniendo a Sinaloa con su música desde la calle. No importa si son diez, veinte o cien, lo que importa es que sean ellos, los que se parten el alma en los bulevares, los que este año le pongan el ritmo a la fiesta patria. Sería una muestra de sensibilidad del gobierno, un acto de justicia y, sobre todo, una forma de celebrar que la independencia también significa darle libertad y dignidad a quienes luchan todos los días por sobrevivir.
Las fiestas patrias no pueden ser solo una pachanga más. Este año deben convertirse en un mensaje de apoyo a los nuestros, a los que nunca han dejado de sonar aunque la vida los haya orillado a un crucero. Porque esas bandas y esos grupos norteños también son Sinaloa, también son México, y también merecen estar en el centro de la fiesta.
Según yo el Goyo310