En el zoológico de la política sinaloense todo es posible, lo mismo se nos aparece un chango vestido de dirigente deportivo que de pronto llega un iguano trepado en la nómina como si de fauna exótica se tratara. Y sí señores, el (ISDE) se convirtió en un circo de tres pistas donde lo que menos importa son los atletas y lo que más pesa son los egos, los padrinos y la eterna ambición de brincar de rama en rama presupuestal.
El chango ya se fue. Se despidió igual que llegó, haciendo ruido, convencido de que él no era un funcionario común sino un personaje de caricatura que todo lo podía. Julio César Cascajares nunca quiso ser Julio, prefirió seguir siendo “el chango”. Con micrófono en mano, rodeado de paleros y con un aire de rockstar deportivo, construyó su propio show. ¿Resultados? Pocos. ¿Escándalos? Varios. ¿Egos? Sobran.
Dicen que desde el primer día lo señalaron como un error de la administración pero en vez de corregirlo lo terminaron encumbrando. Y como buen chango de zoológico se entretenía con los aplausos de su jauría cercana. Tanto se la creyó que hasta se atrevió a asegurar, influenciado por su gurú de cabecera don Tito, que tenía tanta popularidad en el mundo deportivo que podía lanzarse como alcalde de Culiacán. Imagínese usted, de colgar medallas a colgarse la banda municipal. Ese fue el principio del fin, el salto que no calculó y que lo dejó en el vacío.
La salida de Cascajares fue celebrada como carnaval. Los que antes le aplaudían de pronto se soltaron diciendo “ya era hora”, “ya nos tenía hasta la madre”, “ese chango nunca entendió que el deporte era más que reflectores”. Y en medio de la música de tambora y las palmaditas en la espalda, el gobernador prometió que las cosas cambiarían. “Vamos a darle al ISDE un nuevo rumbo”, dijo. Y sí, se lo dio, directo a otra jaula.
Porque llegó el iguano. Nada más y nada menos que el señor Camacho, exalcalde de Salvador Alvarado, ex de Guamúchil y esposo de la actual presidenta municipal. Un tipo curtido en las mañas de la política de rancho, que dejó su municipio sin obra, sin rumbo y con más pendientes que avances. Lo poco que había en Salvador Alvarado lo pulverizó. Y aun así, como premio, le dieron otra rama donde colgarse.
El iguano no llegó por amor al deporte, eso que ni se diga. Llegó porque en el zoológico sinaloense nunca falta espacio para acomodar a los que ya tienen historial de brincar de cargo en cargo. Si destrozaste un municipio te toca una dirección, si perdiste una elección te acomodan en una secretaría, si hiciste pedazos el deporte pues tranquilo, hay un instituto esperándote. Esa es la regla no escrita de la política sinaloense, la jaula nunca queda vacía, siempre hay otro animal esperando turno.
Hoy el ISDE vive un déjà vu. Los deportistas, que merecen proyectos serios, entrenamientos dignos y apoyos reales, vuelven a ser espectadores de un espectáculo barato. Los pasillos se llenan de mitotes, de chismes, de pleitos internos, mientras los atletas siguen batallando para conseguir uniformes o viáticos. Porque aquí la prioridad no es el deporte, es la grilla, la foto y la sobrevivencia política de quien se acomode en la silla.
Al final el zoológico tiene su propio orden natural, un chango se va, un iguano llega y mañana quién sabe, tal vez un tucán, un coyote o un jaguar. Lo que sí está claro es que el ISDE dejó de ser un instituto para convertirse en corral. Y lo peor, con animales que no saben ni de deporte ni de servicio público.
Como diría don Gilberto Plata, eso es lo que hay y para lo que alcanza
Todo esto según yo el Goyo310



